Melomanía

miércoles, 6 de noviembre de 2019

REC

Che amiga, ¿sabés en qué vas hoy a la noche?
Todavía no, porque no sé dónde voy a estar, pero salimos de casa ¿dale?
No era consciente de lo mucho que necesitaba una certeza hasta que leí esas palabras en el whatsapp. Una compañía. Una amiga a la que agarrar del brazo o pedirle que me acompañe al baño. Sabía que me iba a sentir rara. Un poco incómoda. O que iba a tener algo de miedo. Cosas que no deberían pasarme una noche que quiero ver la presentación del disco de una chabona, una música de la movida, que lo sacó hace unos días. Debería sentirme libre. Además, la fecha venía con contenido, teloneaba una banda de pibas y se presentaba atractiva. Todas pibas. La música como lugar de disputa también. Si ustedes, varones, se sienten incómodos con esto, vean el problema que tienen, resuel-van-lo, porque nosotras ya no vamos a estar incómodas, ni se lo vamos a resolver. Y eso quedó explícito, lo dijo, finalmente, una chica que subió al escenario con una intervención como poema, manifiesto, bandera. Eso fue en el medio del show, creo que fue un momento en que todas supimos que lo que pasaba estaba bien, que así era. Es una lástima que muchas veces las fechas estén pensadas hacia afuera, como adornos, con moñito, y que en el preciso instante en que sucede algo como eso, no vemos a quienes la pensaron entre el público, asintiendo, entendiendo y aplaudiendo.
Pero las cosas que arrastramos, algún día tienen que sanar. Si se abandona un lugar, es por una razón. Si queremos volver, sabemos que ahí se va a presentar el conflicto. A mí me pasaba algo. Lo noté en dos momentos que mi mente se paseaba lejana al escenario. En cuanto me di cuenta que observaba los movimientos pero no los unía a la música, me puse inquieta. Miré a mi alrededor y todes bailaban, fluían. Mi ser en un punto fijo. Les avisé a las chicas. Ya vengo. Me fui al baño, después busqué a una persona. No lo encontraba por ninguna parte. En ese punto tampoco hallaba una razón de lo que me sucedía. Pero sabía que le quería decir dos o tres cosas importantes a una persona, que me estaba costando procesar lo que me había dicho más temprano, que yo también siento, también me pasan cosas y hoy no quería tener este mambo, por favor entendelo. Salí al patio, volví a entrar. Concentrada en la forma de moverse de las personas a mi alrededor, comenzaba a llegarme a mis oídos un poco de música. <Es mi cuerpo el que ves inquieto / Es tu forma tan brutal de moldear deseos>, decía la letra. En la banda, tres pibas y un chabón. En la que tocó antes, también. 
Empezaba de a poco a entender el mensaje que le quería dar. A la vez, creía que se desataba lentamente el nudo de humos espesos que se había apoderado de mí. Más temprano, cuando esperábamos que empiecen a tocar, mis amigas notaron que mi atención se dispersaba. Qué onda. No sé, chicas, pero no estoy acá. Decinos una palabra clave y te traemos. REC. Creía que se trataba de desarmar una cinta que se había grabado de una manera en mí. Como reescribir la historia.  Que los rituales adquiridos de una forma se destruyan. Crear otros. En el patio, me encontré con una chica que conozco.
—Ey, ¿cómo andás? ¿Te puedo preguntar algo?—expresé mientras nos cruzábamos en caminos opuestos—. No te quiero interrumpir…
—¡Obvio! Mirá en realidad buscaba a una amiga para bailar este tema, pero puedo bailar mientras me hablás… ¡Jajaja!
Me hizo estallar de risa. La agarré de una mano, le hice dar una vuelta, imité sus pasos, entré en su código. 
—Bueno, creo que sabés, hace como siete meses que no vengo acá… O sea desde diciembre no vengo —cerré los ojos, encogí los hombros y tomé aire—. Bueno, lo que parece es que todo pasa por eso, pero no por mí, o sea… Por qué no vino mi novio, porque él tampoco viene desde ese día. Pasa por eso, porque volví yo sola. ¿Entendés? —la miré a los ojos. Me escuchaba atentamente a la vez que seguía el ritmo y hacía cara de que se esforzaba por escuchar bien—. Bueno, a ver cómo lo ves vos, ¿yo tenía que dejar de venir si él no quería, él tenía que venir, él tiene que volver acá?
—¿Qué? ¡No! Para mí cada uno hace lo que le pinta, y no, para mí no te tenés que ocupar vos de eso. Él es él, vos sos vos  —declaró asertivamente mientras movía la mano derecha en forma vertical y la desplazaba de un lado al otro de su cuerpo, como estableciendo dos espacios. Segunda vez en el día que una certeza proclamada por una piba calaba tan profundo en mi ser y me acomodaba las células de un tirón—. ¿Pero vos ahora estás mal por eso?
—No puedo dejar de recibir eso, el señalamiento de que no está él, en casi todas las miradas. ¿Y yo?
—Vos venís acá, agarrate de mí, seguime en este baile y matemos al fantasma.

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